jueves, 9 de febrero de 2012

CARTA A ELSA CICERO*


Hola Elsa, nunca nos conocimos. Sólo vi la urna que traían tus hermanas y tu familia, y
pensé si en un espacio tan chico cabían tus sueños. Te quise imaginar, hoy por la mañana,
mientras el cura hacia el responso fui bebiendo gota a gota el dolor de los que te quieren,
contenido tantos años; te imaginé tocando con la palma de tu mano la panza de un
embarazo que se hacía prominente. Te imaginé una bella madre con ansias de libertad
para tu hijo; un hijo que hoy habita la tierra de la incertidumbre, un hijo que hoy tendría
mi edad.

Vuelvo a las palabras del cura, el responso está concluyendo. Tu hermana Bochi habla con
convencimiento y dolor, tiene unos ojos grandes y hermosos donde se reflejan todo lo
que te extrañaron. Me nace el impulso de ir a abrazarla, pero mi innata vergüenza me lo
impide, Elsa, a vos también quisiera abrazarte a través del tiempo y contarte que no todo
es lo mismo, que de a poco tus asesinos se van sentando uno a uno en el banquillo, que el
juzgamiento social ya pesa sobre ellos, que en nuestras escuelas los pibes de hoy hablan y
se informan, ya no hay silencio, Elsa.

Todos los presentes te acompañamos a través del cementerio hacia tu sitio final,
alrededor mío iba escuchando retazos de tu vida, te iba conociendo de a poco. De por qué
te fuiste a La Plata, de tu marido, de tu embarazo, de tu terrible destino a manos de
la dictadura, una de tus hermanas recita como en una letanía las torturas a las que te
sometieron esos asesinos; mientras tanto, el nudo que tengo en la garganta, lejos de aflojar
se ajusta mucho más; dejame decírtelo, estoy conmovido hasta los huesos. Finalmente,
llegamos al sitio, depositan tu urna junto a la de tu madre. Tengo que hacer un esfuerzo
sobrehumano para no romper en llanto cuando una de tus hermanas dice “Acá te la
trajimos mamá, vos que tanto la buscaste”. Que buena noticia, Elsa, los que te quieren
jamás te olvidan. Cuando estaba retirándome del pabellón me volví a escuchar las últimas
palabras de Bochi: NUNCA MÁS, NUNCA MÁS. Me queda en el cuerpo la deuda de
abrazarla, tuve el último impulso pero mi pudor fue más fuerte ya que en última instancia
solo soy un desconocido, espero algún día poder resarcirme.

Cuando salí del cementerio hacia la avenida ví la arcada de entrada a la ciudad, allí habría
que pintar en letras grandes “BIENVENIDOS A CHIVILCOY, DESDE HOY UN LUGAR UN
POCO MÁS JUSTO”

Martín Barrionuevo. Secretario General CTA Chivilcoy.

* Elsa Cicero oriunda de Chivilcoy, vivía en La Plata. Estaba casada con Guillermo Ramón Sobral desde 1974. Guillermo era profesor de la Universidad Nacional de la Plata, militaba como docente en la Juventud Peronista, y tenía un estudio de arquitectura en La Plata. Elsa trabajaba en una empresa de seguros médicos en Capital Federal.
El 1º de diciembre de 1976, aproximadamente a las 9 de la mañana, hombres de civil irrumpieron armados en su estudio y secuestraron a Guillermo, junto a su socio y un cliente.
Por la tarde llego al estudio Elsa, quien fue encerrada en una habitación. Más tarde los secuestradores se la llevaron, diciéndole que iba a ver a su marido. En ese momento, Elsa estaba embarazada de tres meses.
Elsa y Guillermo fueron vistos detenidos clandestinamente en el CCD de Arana, y varios sobrevivientes dicen haber compartido cautiverio con Elsa, que se apodaba “Virginia”.
Alrededor del 15 de diciembre de 1976, Elsa habría sido trasladada al CCD de la Comisaría 5º de La Plata. En enero de 1977 se dejan de tener referencias de la pareja, y desde entonces ambos permanecen desaparecidos. Su hijo debió nacer entre mayo y junio de 1977. 
Hoy, 34 años después, sus restos fueron identificados y llevados, junto a su madre, al Cementerio de Chivilcoy.

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